jueves, 3 de julio de 2008

Gargola

Ana y yo llevábamos una violenta, inconstante, temblorosa y quebrantable relación. Uno de los principales virus que afectaban a nuestra relación sentimental nublando la vista del corazón de Ana , era nuestra distinta manera de apreciar la belleza. Ella consideraba que el ruido generado por el trafico y otros disturbios urbanos eran Hermosos “Me hacen sentir viva y recordar que habito en una hermosa ciudad moderna” decía endulzando cada palabra con un gran amor orgulloso; mientras que yo prefería el silencio absoluto, aquella música monofónica e imaginaria proporcionada por la orquesta nocturna que constituían las estrellas y que tanto disfrutaba cuando era acompañado por Ana en las horas más profundas de la noche. A pesar de esa y otras diferencias de menor relevancia, tanto Ana como yo, podíamos decir que nos amábamos, aunque únicamente lo hiciéramos notable en aquellos momentos de soledad en los que recordábamos (debido a la innegable ausencia y dolorosa ausencia del otro) los mucho nos hacíamos falta.
Una tarde, tarde de cumplir un año de problemas inconclusos, insultos de cualquier categoría, abrazos y “te amos” que a veces disolvíamos en besos fosforescentes o que simplemente liberábamos para que se mezclaran con el oxigeno dulce ( en ocasiones amargo) que Ana y yo respirábamos en nuestra capsula de amantes. Habíamos decidido reunirnos en el lugar donde le compre el primer anillo de bodas (así llamábamos a los anillos de dulce que Ana comía sin descanso) . Ella propuso que la cita se llevara a cabo a partir de las cinco de la tarde , con el objetivo esperanzado de gozar un cálido atardecer y en el mejor de los casos (si yo tenía suerte) unir nuestras manos con un cordón mágico. No tuve ningún inconveniente con el horario establecido pero no pude evitar la tentación de rechazar el ir al lugar en que Ana conoció a su ex novio….malos recuerdos resurgirían entre la tiniebla de un olvido mal fingido. Al final logre convencerla de que nos encontráramos en un viejo establecimiento , en el que vendían café de la olla , baguettes y poemarios tan cursis como los gestos embelesados y miradas idiotizadas por el efecto alucinógeno del amor que yo sentía por Ana . El motivo de mi insistencia por que realizáramos aquel festejo anual en la cafetería intelectual , era porque yo estaba dispuesto a poner en marcha un plan que había estado estructurando durante semanas , tenía prevista una escena de carácter meramente romántico ; Ella estará sentada en un confortable sillón de piel sintética , su rostro estará siendo iluminado por el fuego encendido en una vela que estará despidiendo un suave aroma a cerezas , mientras que su cuerpo de cera es consumido por las llamas y para finalizar aquella escena de romance , acercare cuidadosamente mis labios apasionados a sus oídos y murmurare el poema numero quince de Pablo Neruda.
Llego el tres de abril, fecha destinada para nuestro día especial, el momento en que festejaríamos el mayor de los acontecimientos que han ocurrido en el transcurso de la historia del ser humano…nuestro primer “te quiero”.
Dos días antes de la llegada de aquel espeluznante día (por que el simple hecho de imaginar los regaños, casi castigos militares de Ana hacían que mis piernas temblaran como dos columnas que no pueden resistir el peso que tienen sobre ellas) yo había comenzado a temer la llegada del violento “ajústate el pantalón” “abróchate las cintas” “cambia de cara” (después de este comentario ella reía inocentemente y besaba mi mejilla izquierda como muestro de gran afecto y de profundo arrepentimiento por haber hecho esa broma tan hiriente) pero , con todo y el temor de que ella presentara un doloroso cambio de opinión repentino , le pedí que confirmara su asistencia a nuestra cita y lo hizo , de la manera que más me gusta , con un abrazo acompañado de un “sabes perfectamente que jamás te defraudaría , mi amor”.
Llego el momento esperado, el sol comenzaba a dar el anuncio de la llegada de la luna , una niña estaba vendiendo flores tan naturales como el brillo encantador de los ojos de Ana y yo , compraba flores por docena.
Las 6 de la tarde cruzaron el abismo del retraso lentamente pero no más que las diez de la noche. Era tarde, evidentemente Ana no podría acompañarme en aquella noche de amor . Tuve que recurrir al uso de una complicada fórmula matemática para explicar la inasistencia de Ana “x-Ana = ausencia” , fue sencillo formularla , pero el resultado fue impreciso , yo necesitaba datos concretos.
Debido a mi gran necesidad de que alguien me proporcionara información precisa , verídica y agradable acerca del paradero de Ana o al menos , una explicación a su retraso estilo aerolínea. Intente creer que ella se encontraba en alguna pastelería en el polo opuesto de la ciudad, esperando la entrega de mi pastel preferido para estar de ese tres abril un momento tan especial como los cumpleaños que solía disfrutar con mi familia. Para aclarar la situación decidí telefonear a la mejor amiga de Ana , Carla (sin , con “C”) esperando que ella respondiera por aquel medio tan frio y distanciante , un hermoso y tranquilizante “Ya va para ala” o al menos el tan común “ esta en salvaje embotellamiento” pero nada de eso ocurrió.
Lo cierto es que Carla me informo con palabras envueltas en lastima y tristeza que Ana, había tomado el primer vuelo que la llevara fuera del estado para alejarse de mí , ya que sentido la fuerte y incontenible presión de mi visión a futuro , “Ella quería un noviecito nada mas , “ dijo Carla lastimosamente. Después la mensajera del dolor agrego un horrible “Olvídala, amigo, no vale la pena”. Me despedí cortésmente ( lo mas que pude por reciente ataque al hígado , cerebro y corazón) con palabras entrecortadas y sin poder hacer cualquier reproche a esa inocente criatura de la luz. Pero antes de bajar el auricular le hice la vaga promesa de que algún día nos volveríamos a ver, quizá, cuando festejemos el regreso de Ana.
Tiempo después recibí el informe de que algún traicionero (supuesto amigo) le comento a mi querida novia todo mi proyecto matrimonial, incluyendo el hecho de que yo le iba a proponer matrimonio en aquella tarde del tres de abril. Indudablemente ella huyo temiendo que esa vez el anillo de matrimonio si fuera de verdad.